Es difícil saber donde comienzan los ciclos, desde donde puedo comenzar a contarte esta historia de amor, de esfuerzo y perseverancia colectiva, que se difumina en el pasado hacia varias generaciones atrás y hacia adelante parece abrirse un camino hacia un futuro -incierto aún- pero donde tú y yo podemos ser protagonistas en primera línea.
Por tanto comienzo la historia desde cualquier punto, por ejemplo, una madrugada fresca en medio de la selva tropical de Chiapas, en una casa de madera en las montañas. Aún no sale el sol y la sinfonía de grillos, chicharras y pequeñas criaturas nocturnas van cediendo sus sonidos al trino y alboroto de los pájaros en el preludio del amanecer.
Pocas cosas me llenan tanto de disfrute como beber el primer café del día, sentados en una terraza sencilla con vistas espectaculares, mientras a lo lejos las tenues bombillas de los caseríos se van apagando una a una mientras la claridad del alba entra suavemente.
Casi a oscuras aún, bajamos los escalones que llevan hasta la bodega al pie de la finca, donde acaba de llegar un camión cargado con los primeros sacos de café de los pequeños agricultores que han decidido confiar en nosotros y participar en nuestra propuesta de valor compartido.
Nos saludamos chocando los puños cerrados y entonces les recuerdo que por favor usen el gel antibacterial que tenemos a su disposición. La cafetera de filtro está ya encendida y les ofrecemos unas galletas para acompañar el delicioso café. Han hecho un largo recorrido para llegar hasta aquí. Son las 6 de la mañana y ellos han salido de sus casas en la comunidad de La Soledad a las 11:00 p.m. de la noche anterior.
Siete horas se dicen rápido: les toma más de 2 horas recorrer a pie el estrecho y empinado camino de mulas, cargando ellos mismos a espaldas un saco de más de 50 kg mientras los animales cargan 100Kg cada uno. No disponen de muchos animales así que este es un trabajo de acarreo hormiga que inició hace una semana hasta que consiguieron acumular suficientes sacos para completar el flete del camión. Tuvieron que pagar “posada” para dejar encargado su café en el pequeño poblado a pie de carretera mientras volvían por más sacos a La Soledad. Muchos no tienen animales de carga así que deben alquilarlos, sumando este gasto a sus costes.
Así, el día antes de la entrega hacen el último acarreo en mulas y espaldas y al llegar a la posada redistribuyen el café uniformente en los sacos que llenan lo más que pueden antes de coserlos de nuevo (60–70 kg) porque el chofer les cobra por bulto. Una vez cargado el camión, algunos suben a la cabina y otros se acomodan sobre los sacos de café, listos para continuar su trayecto de más de 5 horas subiendo y bajando los profundos valles de la Sierra Madre de Chiapas hasta la bodega donde actualmente EthicHub les está recibiendo el café.
Cuando terminan de entregar sus lotes en los que cada saco es minuciosamente evaluado y clasificado por peso, humedad, rendimiento y origen, vinculando esta información con cada uno de los agricultores, se retiran satisfechos y tranquilos con las cuentas claras para cancelar su deuda con los lenders de la plataforma y recibir el excedente, que les durará unos meses para cubrir sus necesidades básicas.
Se van con la esperanza de que nuestro equipo comercial logre colocar el fruto de su descomunal esfuerzo en mercados favorables que permitirán, a la vuelta de unos meses, generarles un ingreso adicional por el margen de exportación. Esto será de gran ayuda porque es muy complicado administrarse cuando todos sus ingresos se concentran en una sola época del año.
Cuando fuimos a visitarlos, nos contaron lo orgullosos que estaban de saber que ahora su café y sus nombres eran reconocidos y apreciados por gente de otros países, que nunca antes habían siquiera soñado ver sus nombres impresos en una bonita bolsa de café. Antes simplemente llevaban el café al siguiente poblado, y ahi terminaba la historia de su trabajo, donde todo el café se mezclaba con toneladas y toneladas de otros cafés de heterogénea calidad.
Kim Ossenblok bautizó como Café Sensible al resultado del cuidadoso esfuerzo que estos productores ponen en sus tareas diarias, desde madrugar para echar las tortillas de maíz al comal sobre fuego de leña para el desayuno y el almuerzo que se llevarán al campo, hasta las duras tareas que realizan para mantener su noble cultivo de forma sostenible, en armonía con la naturaleza, bajo la sombra de frondosos árboles que dan cobijo a una importante biodiversidad, mientras transmiten su peculiar dulzura a los frutos del café.
El viaje de estas apreciadas semillas desde la espectacular selva de Chiapas hasta nuestras tazas, es toda una hazaña. Al llegar al Viejo Continente, nuestro Maestro Tostador las dora con precisión de alquimista, para desarrollar todo su potencial de aroma y sabor plenos y hacerlas llegar al consumidor final, que disfrutará en cada sorbo el paraíso perdido que contribuye a salvar con su consumo responsable, sabiendo que su disfrute significa bienestar para las manos que cultivaron los cafetales y para la flora y fauna que se cobijan bajo sus ramas.
Y es así como la sostenibilidad encuentra su verdadero sentido, produciendo un café sin amargura.
Rellena tu taza con café con mucha historia e impacto. Tienda Online